miércoles, 27 de mayo de 2009

El Auge del ´20 y la crisis económica de 2009

Domingo, 30 de Noviembre de 2008ENFOQUE

La lección más dura

Por Robert Reich *

¿Para qué escribir un texto propio si otro lo explica tan bien? Para nosotros, que nos sentimos plenamente interpretados en la nota que sigue, ya resulta interesante traducirla y ponerla en circulación. El INTI entiende necesario conocer este artículo sobre la crisis global, de Robert Reich, profesor universitario norteamericano que fue por algunos años secretario de Trabajo del gobierno de Bill Clinton (E.M.M.).

A raíz del colapso del sistema bancario, los políticos y los periodistas están buscando hacia atrás todas las señales de alerta que desatendieron: la súbita popularidad de las hipotecas con poca garantía, el aumento de los instrumentos de deuda securitizada, el grave fracaso de las agencias de calificación de crédito. Pero tal vez, en lugar de las causas más inmediatas, deberíamos haber prestado atención a una luz roja mucho más básica: la inequidad.

Las maquinaciones financieras específicas que condujeron al colapso son siempre diferentes, pero la inequidad a los niveles alcanzados en Estados Unidos en 2006 (último año para el cual hay datos) es una señal nítida de peligro. El 1 por ciento más rico de los estadounidenses se llevó a casa el año pasado el 23 por ciento del ingreso nacional. En 1980, el 1 por ciento más rico se llevó el 8 por ciento del ingreso total. La última vez que el 1 por ciento superior se llevó más del 20 por ciento del ingreso fue en 1928, un año antes de la Gran Crisis.

No estoy pronosticando otra depresión, pero los paralelos entre lo que sucede ahora y lo que sucedió hace 80 años son sorprendentes. En la década del ‘20, la riqueza y el ingreso comenzaron a concentrarse en la cúpula por un número de razones: una enorme conglomeración de la industria, que recompensó con largueza a ciertos inversores y ejecutivos; la emergencia de Wall Street como impulsor de la economía, a medida que la nación se deslizaba hacia el financiamiento a través de deuda, generando grandes ganancias para los financistas; y la creciente globalización, que ponía grandes sumas de dinero en las manos de aquellos que comandaban la cima del comercio internacional.

¿Cuál fue la respuesta del gobierno a esta creciente concentración del ingreso? El presidente Calvin Coolidge bajó los impuestos a los que ganaban mayores sumas. Al mismo tiempo implementó políticas antisindicales, que redujeron el poder de negociación de los obreros de las industrias y los servicios, lo que derivó en menores salarios para ellos. La única manera que la mayoría de los ciudadanos pudo mantener su porción de la torta fue endeudarse cada vez más. Entre 1913 y 1928, la relación entre la deuda de particulares y la economía nacional total casi se duplicó.

Ese nivel de deuda no se podía sostener. El colapso comenzó con la Gran Crisis, pero continuó durante una docena de años. ¿Por qué? Cuando la gente no pudo seguir financiando su deuda, no pudo seguir comprando en el mismo nivel los bienes y servicios ofrecidos por las fábricas y las oficinas. El resultado inmediato fueron los despidos masivos, dejando a los ciudadanos con aun menos dinero. El resultado de largo plazo fue una depresión económica prolongada.

Los responsables de la política económica han aprendido mucho desde la Depresión. Cuando la economía se cae, la Reserva Federal puede expandir la oferta monetaria y luego bajar las tasas de interés, permitiendo que los consumidores y las empresas tomen préstamos más baratos. El Congreso y el presidente pueden reducir los impuestos y aumentar el gasto para compensar el bache temporario de la demanda privada.

Pero los episodios recientes al aparecer la ruptura de las burbujas de crédito y de valores inmobiliarios sugieren que podemos no haber aprendido tanto como pensábamos. Lo más importante: no hemos absorbido la lección que señala que el aumento de la inequidad es una amenaza para la economía.

Muchos economistas sostienen que los esfuerzos para contrarrestar el aumento de la inequidad son potencialmente dañinos para el crecimiento económico. En el extremo están las políticas sostenidas por Ronald Reagan, George Bush y John McCain, en que se postulan grandes reducciones impositivas para los ricos, sobre el supuesto de que los ricos usarán sus dólares extra para invertir en fábricas, máquinas e invenciones, todo lo cual promoverá el crecimiento. Esta visión ignora dos hechos básicos.

Primero, el capital es global. Hay dos formas de atraerlo. Una, hacer que los salarios sean tan bajos, las regulaciones tan mínimas y los impuestos tan pequeños que el capital global consiga un alto retorno, a consecuencia de que las cosas se han hecho tan baratas. Otra, tener una fuerza de trabajo tan productiva, una infraestructura tan moderna y un sistema de investigación tan avanzado, que el capital global obtenga un alto retorno a consecuencia de que las cosas se pueden hacer muy bien. Sólo la última estrategia puede asegurar al pueblo de una nación tener un alto nivel de vida, pero esto requiere inversiones públicas sustanciales. Y mucho de esa inversión –especialmente en educación, cuidado de la salud, transporte y saneamiento ambiental– debe ser orientada a una ancha clase media y a aquellos que están por debajo de ella. No es simplemente una razón de justicia social. Es un tema de prosperidad diseminada y de crecimiento.

Segundo, los ricos no gastan ni cercanamente la misma proporción de sus ingresos que los ciudadanos de medios más modestos. Después de todo, ser rico significa que ya se tiene más de lo que se necesita. Por lo tanto, una reducción de impuestos a los ricos no genera tanta demanda de bienes y servicios como lo hace una reducción impositiva para el trabajador medio. Un salario mínimo más alto y una mayor compensación impositiva para los que menos ganan estimularán más el gasto que los beneficios orientados a los ricos. No es una cuestión de justicia social. Es buena administración económica.

El problema económico actual nos confirma que hay menos trueque entre crecimiento y justicia social de lo que podríamos haber supuesto. Entre las muchas lecciones que la Gran Depresión nos enseñó, ésta parece ser la más dura de aprender. Estamos pagando el precio por eso.

* Publicado en American Prospect.
Traducción al castellano de Enrique M. Martínez
presidencia@inti.gov.ar

2 comentarios:

Diana dijo...

Siguiendo la reflexión de Lucia cito a Hobsbawm (a quien también cité en clase -pero con algunas palabras menos)
"La Gran Depresión confirmó tanto a los intelectuales como a los activistas y a los ciudadanos comunes de que algo funcionaba muy mal en el mundo en que vivían. ¿Quién sabía que podía hacerse al respecto?..Este extraño fenómeno (se refiere a la repetición de la crisis en los finales de los´80s) debe servir para recordarnos un gran hecho histórico que ilustra: la increíble falta de memoria de los teóricos y los prácticos de la economía. Es también una clara ilustración de la necesidad que la sociedad tiene de los historiadores, que son los "recordadores" profesionales de lo que sus conciudadanos desean olvidar"
Hobsbawm,E. (1998)El siglo XX (pp. 109-110)

Agustina Orlando dijo...

Hola diana, estuve buscando acerca de la bolsa de Wall Street y encontré unos enlaces bastante interesantes.
El lunes 19 de octubre de 1987, el Dow Jones marcaba el mayor porcentaje de caída en un solo día, aún mayor que la crisis del 29. Este acontecimiento fue llamado "Lunes Negro", y hace referencia al día en que el indicador de Wall Street cayó un 22.6%. Encontré varias cifras notablemente diferentes en cuanto a las pérdidas monetarias ocasionadas, pero la mayoría habla aproximadamente de más de 1 billón de dólares entre los inversores. Consecuentemente, Asia, Australia y Nueva Zelanda también se vieron perjudicadas con la jornada negra de Wall Street. El mercado bursátil de Japón se desplomó en un 5%, uno de los más afectados junto con el de Hong Kong, que cayó un 5,47%.
En la lista de "jornadas negras" de Wall Street solo hay una caída mayor a esta que es la del 12 de diciembre de 1914 cuando cayó a 24.4%, durante la primera guerra mundial, que permaneció cerrada por cuatro meses. En la última década, una de las mayores caídas fue el 17 de septiembre de 2001, 6 días después del atentado de las torres gemelas, luego del cierre del mercado estadounidense.
Si bien las causas de cada "jornada negra" varían según la situación, se pueden observar causas en común como la iliquidez financiera, es decir no disponer de activos para hacer frente a las obligaciones, sobrevaluación tanto de propiedades como de acciones en la bolsa, psicología de mercado y fallas en el programa de comercio.
Es así como con estos ejemplos, la caída de la bolsa de Wall Street en 1929, mas la crisis actual y otros sucesos que no nombro en este comentario, se pueden ver las fallas de la economía capitalista. Otro de los objetivos al comentar este caso, es mostrar el poder de la bolsa newyorkina, nombrando el efecto domino sobre las economías de varios países, aún siendo grandes potencias.
Desde un análisis más personal, me atrevo a decir que la economía mundial no debería depender de la bolsa, ya que no es algo de bases firmes, sino por el contrario, cambiante y generadora de vulnerabilidad en el mercado. Por otro lado, este “dominio” en cuanto al manejo de la economía que Wall Street tiene sobre los demás países, puede transformarse en un aspecto perjudicial hacia estos, ya que en caso de crisis, es arrastrada mundialmente. Sin ir más lejos, este mecanismo de intercambio de acciones se basa muchas veces en la especulación, basándose en el análisis o conocimiento de los economistas, en los que, a su vez, interfieren los sentimientos de los inversionistas. En caso de que un grupo de inversionistas cree que se acerca una crisis y empiezan a vender sus acciones, rápidamente generaría: la concentración de riquezas en los mayores inversionistas y un desequilibrio en el que las empresas con acciones en el mercado como ayuda para sostenerse, que inevitablemente terminarán quebrando. Acto seguido se desarrollaría un proceso de caos y crisis, como también una recesión de la economía tanto del país como de otros países inversores. Es decir que todo el mecanismo depende de la voluntad de los inversores y corredores…
Como la historia demuestra, los sectores bajos no pueden formar parte de este sistema, que a su vez, terminan con la imposibilidad de pagar lo adeudado. Es entonces casi obvio decir que no nos estaríamos confundiendo al decir que la clase alta maneja casi por completo la economía... Pero a su vez me pregunto: ¿Algún día la economía podrá ser equitativa para todos, si los que la "manejan" y de quienes depende, toman una postura de posesión casi absoluta e inalterable?